viernes, 14 de agosto de 2009

Comiéndonos a besos




Veinticinco de Junio de dos mil nueve.

Tacones.

Rimel.

43 con lima.

Luces.

Música.

Ciento treinta y dos personas.

Ciento treinta y dos corazones latiendo al mismo tiempo al ritmo de un bum! bum!

Un corazón.

Una mirada. Otra.

Dos corazones.

Ese pequeño diablo disfrazado tras unos ojos color avellana y una pícara sonrisa, con intenciones de llevarme a un infierno de pasión, desenfreno y perversión.

Me susurra algo al oído pero a penas consigo oírle, suena algo así como "Ven, te deseo". Me coje de la mano y con un movimiento rápido me atrae hacia él cojiéndome de la cintura fundiéndonos en uno. Entrelanzando nuestras lenguas al ritmo de la música, manteniendo un pulso en el que nadie gana nunca. Sentía sus manos recorrer mi espalda, al igual que las penetrantes miradas de los que están a nuestro alrededor. Reproche, más bien diría celos.


Lentamente nos separamos y me lleva hacia una esquina, oscura y deplorable. Pero yo prefiero llamarla morbosa y excitante. Nos olvidamos del mundo y volvemos a entrelazarnos en ese juego, más pasional, más furioso, más... Comiéndonos a besos. Su contacto me encantaba, me desquiciaba, me ponía.


Pi. Pi.

El móvil suena.

Medianoche.

"Me tengo que ir" le susurro al oído. Y con un beso más me separo de él.

Intenta agarrarme del brazo. Se lleva mi pulsera de colores.


Y como una Cenicienta desaparecí en la N O C H E.



Fdo: pequeño duende.

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