jueves, 27 de agosto de 2009

... tonight, tonight, tonight

I WANNA BE WITH YOU


- Déjame recordarte tiempos pasados acariciando cada poro de tu piel.


Ella sonrió como si fuera una adolescente atrapada en un cuento de adultos.
Él era un tipo con mucha más experiencia, a quién le había entregado la llave que cerraba la puerta de su niñez. James no era tonto y sabía perfectamente cómo jugar cada carta, tan sólo valía un movimiento en falso de Agatha para que estuviera atrapada de nuevo por sus encantos.

- Creo que no es el momento apropiado, no me siento preparada.

James acercó pausadamente su boca al cuello de Agatha mientras le susurraba cariñosamente "Tranquila, no va a pasar nada que no quieras que pase, pero sabes tan bien como yo que lo estás deseando".

Él la miró con los ojos cegadores y ella no pudo aguantar la mirada. Su aliento le había devorado entera, sólo tenía pensamientos para él, y sus deseos se había frustrado pidiendo a gritos un beso de sus labios.

Recorrió con las yemas de sus dedos la cara morbosa de ella y sin que se diera cuenta Agatha le besó apasionadamente.

-No sé cómo consigues hacerlo, pero estoy ardiendo de ganas por hacerte mío.

-Yo no hago nada querida, eres tú, simplemente me deseas tanto como lo hago yo.



La cogió en brazos y la llevó hasta el sofá. Encendió la televisión mientras ella le miraba fascinada pensando que le pertenecía, aunque fuera por unas horas, el hombre perfecto.

Dejó que abrazara unos cojines al mismo tiempo que el la comía a besos.

La pasión que destilaban estaba llegando a límites insospechados.


Una mirada ardiente.

Otra más ardiente aún.


Condujo la mano de Agatha hasta su pantalón, la posó en su sexo y le dijo mordiéndose el labio:

- Te he estado deseando durante tanto tiempo que ya no sé si creerlo.

Suspiros.

Jadeos.

Agatha le miró y sonrió pícaramente. Introdujo su mano dentro de sus pantalones y dejó que su imaginación volara.

La desabrochó la cremallera al compás de la música que sonaba de fondo.

Ágatha está en el paraíso terrenal.

Ya no eran dos cuerpos semidesnudos abrazados en el sofá, sino que se habían fundido en un solo ser para que su placer se transmitiera al otro como por arte de magia.

Caricias, besos, mordiscos.

Gritos, deseo, placer.

Sexo, mucho sexo.

- Déjame demostrate de lo que soy capaz.





1 comentario: